A temprana edad ya disfruta estrangulando ardillas y maltratando
perros callejeros y otros animales para ver correr su sangre. Además, gozaba en
actos zoofílicos con ovejas a las que degollaba una vez alcanzado el orgasmo…
Nació en 1883 en Colonia (Alemania) en una
familia tan pobre como numerosa (era el tercero de trece hermanos), y
todos habitaban bajo pésimas condiciones en un espacio muy reducido y un
ambiente familiar deplorable. Su padre, en el paro, era alcohólico y
de muy mal carácter, pegaba frecuentemente a su mujer e hijos. Cuando sólo
contaba con ocho años, Peter hace una primera tentativa de fuga y se escapa de
casa harto de los malos tratos.
Cuando su familia se traslada a Düsserdolf en
1894, se evade de nuevo y comienza a vivir como un vagabundo realizando
pequeños hurtos para sobrevivir, dando muestras a tan temprana edad de
instintos criminales: disfruta estrangulando ardillas y maltratando a los
perros callejeros que se cruzaban en su camino, así como a otros animales para
ver correr su sangre, cometiendo además actos zoofílicos con ovejas a las que
degollaba una vez alcanzado el orgasmo. En una ocasión trata incluso de
violar a una de sus hermanas más jóvenes.
La primera condena la cumpliría en 1897 por
robo, y así muchos más actos delincuentes que lo obligan a pasar cerca de
veinte años entre rejas.
En 1913 comete su primer crimen sexual: viola
y degolló salvajemente a Christine Kelin, una niña de 13 años.
Años más tarde, cuando él mismo contaba con
cuarenta, su vida parece dar un giro y contrae matrimonio con una mujer de
buena familia. Cambia de aspecto vistiendo con mucha elegancia y
sencillez, se peinaba con brillantina (producto casi desconocido en Alemania en
aquella época), usaba gafas, lucía un recortado bigote, e incluso usaba polvos
faciales.
Como la mayoría de los sádicos sexuales,
Kürten parece llevar una vida normal como cualquier buen esposo. Trabajaba como
conductor de camiones, y su mujer jamás sospechó que tras un hombre tan
educado y atento como su marido podría esconderse el autor de crímenes tan
sangrientos.
Entre 1925 y 1930 se suceden en la pequeña
localidad alemana una serie de crímenes que estremecen y sensibilizan a toda la
población, similar a la que padeció Londres en tiempos de otro conocido
asesino: Jack el Destripador.
A pesar de que la policía alemana contaba con
métodos muy por encima de los que disponía Scotland Yard en 1888, tardaron
varios años en tener alguna pista del misterioso criminal a quién terminaron
apodando unos “El Vampiro de Düsserdolf” y otros “El rey del crimen sexual”. A
pesar de que la policía alemana contaba con métodos muy avanzados, no lo podían atrapar tan fácilmente.
Kürten tiene por costumbre el beber la sangre
de sus víctimas y de matar animales cuando tiene sed. A veces se divierte
incendiando las casas abandonadas, esperando ver arder algún vagabundo que
durmiese en su interior. De hecho, a su tercera víctima, una niña de nueve
años llamada Rose Ohliger, la rocía de gasolina y le prende fuego para
complacerse viéndola arder en una terrible agonía.
A su tercera víctima, una niña de 9 años, la
rocía de gasolina y le prende fuego para complacerse viéndola arder
en una terrible agonía. Era un monstruo infernal, tal y como muestra la
ilustración artística de arriba.
La policía, viendo por momentos su autoridad
y reputación comprometidas, lleva a cabo continuas redadas y abundantes
controles rutinarios a la busca y captura del feroz asesino. Incluso algunos
grupos de delincuentes y bandas callejeras se unen a la “caza” del vampiro con
tanto interés por detener la ola de crímenes como las mismas fuerzas
de seguridad.
Hasta la fecha, se le inculpaban nada menos
que ocho terribles asesinatos y catorce asaltos. Afortunadamente para
todos, cometió un grave error en 1930 que le costaría su detención. Tras un
atentado criminal fallido contra María Butlier, la mujer logra escapar y
proporcionar una detallada descripción de Kürten.
Al mismo tiempo, éste se asusta al leer la
prensa y ver su retrato robot en la portada de los periódicos, por lo que
confiesa la totalidad de los crímenes a su esposa mientras charlaban,
quitándole importancia a los hechos como si se tratase de simples travesuras
infantiles. La señora en un principio se desmaya de la impresión, pero
finalmente, asustada y asqueada pone las declaraciones de su marido en
conocimiento de la Policía (que tuvo que poner en libertad a algún detenido que
coincidía con la descripción del verdadero asesino).
Durante el juicio, este cínico trastornado se
disculpó con los padres de sus víctimas alegando que necesitaba beber sangre
como quienes necesitan del alcohol…
Durante el juicio, se dedicó a escribir
cartas a los padres de las víctimas en las que se disculpaba de una manera muy
peculiar: alegando que él necesitaba beber la sangre lo mismo que otras
personas necesitan beber el alcohol…
(Pese a que no disculpe en absoluto sus
crímenes, lo cierto es que sí padecía de “hematodipsia”, una patología que
consiste en obsesión compulsiva por consumir sangre, bajo implicaciones
sexuales.)
Finalmente tras una hora y media de
deliberación, el jurado pronunció su veredicto de culpabilidad para Peter
Kürten, quién fue sentenciado a nueve penas de muerte. (Según las leyes de la
época, era posible condenar a más de una pena de muerte). Hasta el último
minuto se creyó que iba a recurrir al veredicto para tratar de librarse de ser
decapitado, pero el asesino no apeló y guardó la calma hasta el día de la
ejecución con calma absoluta. Sólo se manifestó para pedir una última voluntad,
y era que cuando lo decapitase el verdugo, le dejasen escuchar durante unos
minutos cómo su propia sangre goteaba en el suelo…
El 2 de julio de 1931, a las seis de la
mañana, en el patio de la prisión de Klügelpüts (Colonia), se cumplía su deseo.
ANEXO AL
TEXTO ORIGINAL DE PILI ABEIJON: La historia del
asesinato de la primera víctima, contada en base a palabras del propio asesino:
“Entré en una casa en el Wolfstrasse, cuyo
inquilino era de apellido Klein, fui hasta la primera planta. Abrí varias
puertas y no encontré nada digno de robar; pero en la cama vi a una muchacha
durmiendo de aproximadamente 10 años, cubierta con una manta gruesa de plumas”.
Kürten agarró a la muchacha por el cuello y
empezó a estrangularla. La niña luchó por unos momentos antes de quedar
inconsciente, después Kurten colocó el cuerpo de la chica en el borde de la
cama e introdujo sus dedos en la vagina de la pobre criatura, después de lo
cual, en palabras del propio asesino: “Tenía un pequeño cuchillo de bolsillo
con el cual corté su garganta. Oí los chorros y el goteo de la sangre en la
estera al lado de la cama. Salió a borbotones en un arco. La escena entera duró
cerca de tres minutos. Entonces salí, cerré la puerta otra vez y regresé a mi
casa en Düsseldorf"
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