viernes, 18 de octubre de 2013

El Asesino Necrofilico - Manuel Delgado Villegas

 Considerado el mayor asesino en serie de la historia de España, este perturbado mental asesinó a 48 personas según sus declaraciones, aunque solo pudieron probarse parte de sus crímenes. Necrófilo además de homicida, El Arropiero no escatimó en dar detalles sobre sus atroces crímenes. 

El Arropiero
La madre de Manuel falleció en el parto y él se crió con varios parientes diferentes que le dieron frecuentemente palizas que le endurecieron el corazón. Acudió a la escuela, pero fue incapaz de aprender a leer y escribir. Era bisexual, violento y precozmente promiscuo.
Nacido en 1943, analfabeto, de escasas luces, hijo de un vendedor de dulces de higo y propenso a enfadarse cuando le brotaban pelillos en el centro del labio superior, porque ello borraba el parecido que creía tener con Cantinflas. Violador bisexual con antecedentes penales; sádico, con ocho muertes probadas, otras catorce investigadas y veintiséis más confesadas por él mismo.
El Arropiero fue detenido a comienzos de 1971 en el Puerto de Santa María por estrangular a su novia, que apareció con los leotardos anudados al cuello. Los policías se encontraron ante un necrófilo, ya que Delgado reconoció que tuvo relaciones sexuales varias veces con el cadáver. Tras la detención empezó a desgranar una secuencia de crímenes terribles perpetrados durante varios años de vagabundeo.

Es el mayor asesino de la historia de la criminología española. Manuel Delgado Villegas “El Arropiero” se declaró autor de cuarenta y ocho muertes. Nunca fue juzgado, ya que se le ingresó en el Psiquiátrico de Carabanchel. Murió hace unos pocos años, ya en libertad, tras beneficiarse de la nueva legislación penal. Nacía a la vida cuando su madre la perdía por traerle al mundo. Era una fría mañana de 1943. El hambre y la miseria de la posguerra inundaban España. Su padre, un honrado trabajador, se ganaba la vida fabricando y vendiendo golosinas caseras hechas con arrope, un líquido dulzón, negruzco y espeso que se hace con higos. De ahí el alias del Arropiero que luego heredaría su tristemente famoso hijo. Al fallecer su esposa dejó la criatura al cuidado de la abuela y marchó a vivir al Puerto de Santa María, donde posteriormente se volvería a casar.

Manuel se crió con varios parientes diferentes, que le propinaban frecuentemente palizas que le curtieron el cuerpo y endurecieron el corazón. Acudió a la escuela, pero fue incapaz de aprender a leer y escribir. Era bisexual, mostraba un carácter bastante violento y la promiscuidad empezó a ser su norma de vida. Empezó a gozar de gran estima entre homosexuales y prostitutas, y logró a vivir a su costa. Su “éxito” se debía a que padecía anaspermatismo, es decir, ausencia de eyaculación, por lo que era capaz de practicar repetidos coitos en busca de un orgasmo que no conseguía alcanzar.

A los dieciocho años ingresó en la Legión, donde además de iniciarse en el consumo de marihuana, motivo por el que fue sometido a una cura de desintoxicación, comenzó a padecer ataques epilépticos -nunca se supo si fingidos o no- que le sirvió para ser declarado no apto para el servicio militar. A partir de entonces se dedica a recorrer la costa mediterránea ejerciendo la mendicidad, robando en las casas de campo y prostituyéndose. Es detenido en numerosas ocasiones por “la gandula”, la famosa ley de vagos y maleantes, más tarde denominada de peligrosidad social. Jamás llegó a ingresar en prisión, dado que las convulsiones neurológicas que escenificaba lo conducían a establecimientos psiquiátricos de los que rápidamente salía.

A los 18 Manuel empezó a consumir droga, vagabundear, robar y ejercer la prostitución gay. A los 20 cometió su primer asesinato, del cual dijo: “Vi un hombre dormido apoyado en un muro. Me acerqué a él muy despacio y, con una gruesa piedra que cogí cerca del muro, le di en la cabeza. Cuando vi que estaba muerto, le robé la cartera y el reloj que llevaba en la muñeca. ¡No tenía casi nada y el reloj era malo!”
Contaba 20 años de edad cuando el Arropiero emprende su carrera criminal. Era 1964, hasta entonces los delitos no habían pasado de proxenetismo y paso clandestino de fronteras. Al día siguiente de año nuevo, paseando por la playa de Llorac, en Garraf, localidad de Barcelona, “se le cruzaron los cables”.
“Vi un hombre dormido apoyado en un muro. Me acerqué a él muy despacio y, con una gruesa piedra que cogí cerca del muro, le di en la cabeza. Cuando vi que estaba muerto, le robé la cartera y el reloj que llevaba en la muñeca. ¡No tenía casi nada y el reloj era malo!”.

Siete años tardó la justicia en demostrar su culpabilidad, pese a que el cadáver fue descubierto a los diecinueve días del crimen. La víctima, un cocinero, había acudido a la playa desde la ciudad condal para recoger un par de saquitos de arena para la cocina y se recostó a dormir una pequeña siesta de la que jamás despertó. Tres años después de este asesinato volvió a las andadas, ahora en Ibiza.
En un chalet deshabitado de Cam Plana, a cinco kilómetros de la capital, abandonaba el cadáver desnudo de una estudiante francesa que ese día cumplía 21 años. La muchacha había acudido al lugar con un norteamericano y, tras ingerir varias dosis de LSD, éste intentó mantener relaciones sexuales, pero ella se opuso tenazmente. El yanqui, desanimado, abandonó la casa dejando la puerta abierta. La casualidad hizo que el Arropiero le viera salir y, pensando que era un ladrón, intentó imitarle, encontrándose con la hermosa joven dormida. Esta tampoco despertaría.

Las andanzas del “vagabundo de la muerte” continuaban y en un viaje relámpago a la capital de España asesinaba de un golpe de karate al inventor del slogan “Chinchon, anís, plaza y mesón”. El cadáver apareció en un recodo del río Tajuña sin pantalones ni calcetines. “Lo maté porque le vi en compañía de una niña a la que trató de violar” fue su excusa.

La siguiente víctima, un millonario vicioso. Se trataba de un barcelonés que contrataba regularmente sus servicios por el precio de 300 pesetas la sesión. Se encontraban en la tienda de muebles propiedad de este industrial, escenario habitual de sus reuniones, cuando Manuel le solicitó mil pesetas argumentando que tenía una necesidad urgente. El cliente prometió dárselas al final, pero, concluido el acto, le pagó las 300 de rigor. “Por eso le pegué en el cuello con el canto de la mano y cayó al suelo. Cuando le estaba quitando la cartera se despertó y empezó a insultarme ¡él a mí!, por lo que agarré un sillón, le arranqué una pata y le di con ella en la cabeza”. Después lo remató estrangulándolo. Le partió el cuello.

En 1969 cometió su crimen más brutal: asaltó a una anciana de 68 años, la arrojó desde unos 10 metros, bajó a buscar el cadáver sanguinolento, lo llevó a un túnel y tuvo sexo necrófilo tres noches seguidas…
No había terminado aún el año 1969 cuando cometió su acto criminal más execrable. Asaltó a una señora de 68 años, propinándole un fuerte golpe. Después la arrojó desde una altura de 10 metros, descendió en su búsqueda y arrastró el cuerpo ensangrentado hasta el interior de un túnel, donde sació su degenerado instinto sexual mientras lentamente la estrangulaba. Horrible acto de necrofilia que volvió a repetir durante las tres noches siguientes.
En septiembre de 1970 decidió trasladarse a vivir al puerto de Santa María con su padre, para ayudarle en la fabricación de arropías y vender golosinas en un carrito por las calles. Pronto hizo amistad con un homosexual, con el que mantuvo secretas relaciones.

“Fuimos a dar un paseo en moto y cuando íbamos a salir a lacarretera general, me acarició. Le dije que se estuviera quieto, pero no me hizo caso. Enfadado, paré y le di un golpe en el cuello, despacio, pero era tan flojo que se cayó y se rompió las gafas. No respiraba bien y me dijo que lo llevara al fresco, junto al río. Allí intentó otra vez tocarme y, sin pensarlo, le solté un golpe más fuerte y cayó al fango, boca abajo e inmóvil”. El cadáver fue localizado flotando a 12 kilómetros del lugar del crimen.

Durante su estancia en la localidad costera entabló relación con una subnormal, muy conocida por su desmesurada afición a los hombres. Llegó a presentarla a su padre como su novia. “Salimos a dar un paseo y por una veredas fuimos al campo de Galvecito; hacíamos el amor siempre en él sin que nadie nos viera. Lo hicimos, como siempre, de muchas formas, pero me pidió una cosa que me daba asco. Cuando me negué a ello me insultó y me dijo que no era hombre, pues otros se lo habían hecho”. La infeliz no se apercibía de que estaba firmando su sentencia de muerte. “Entonces le pegué un golpe, y como no se callaba y me seguía insultando, le puse al cuello los leotardos que se había quitado y apreté hasta que se murió”.
Cuando terminó escondió el cuerpo entre unos matorrales y regresó al pueblo. “Volví a estar con ella el lunes, el martes y el miércoles, y hubiera vuelto hoy si no me hubieran detenido. ¡Estaba tan guapa!, ¡La quería tanto! ¿No era mi novia?, ¿Entonces no podía hacer el amor con ella lo mismo que antes?” Fue su argumentación al ser detenido por agentes de la Brigada de Investigación Criminal, el 8 de enero de 1971.

De los cuarenta y ocho asesinatos que se atribuyó -especificó que estuvo a punto de matar a seis personas más para satisfacer su apetito sexual- durante sus siniestras andanzas por Francia, Italia y España, sólo se llegaron a probar ocho, debido a su extrema complejidad, que hubiera precisado la colaboración policial a nivel europeo. Faltaron acusaciones particulares, había pocos testigos. No se llegó a celebrar la vista oral, sino que con base en la Ley de Enjuiciamiento Criminal se emitió un auto de sobreseimiento libre, por el que quedó archivada la causa y se ordenaba su internamiento en un centro psiquiátrico penitenciario. El de Carabanchel fue su destino, hasta el cierre del mismo hace una década.

Análisis revelaron que Manuel tenía el cromosoma XYY, denominado “de Lombroso” o “de la criminalidad”: por ello carecía de conciencia, de capacidad para sentir remordimiento; podía asesinar sin parpadeo, aceleración cardíaca o sudoración nerviosa. Era una máquina de matar.
En dicho establecimiento fue examinado por expertos psiquiatras de numerosos países y determinaron que se trataba de un peligrosísimo psicópata, a causa de ser poseedor del cromosoma XYY, denominado de Lombroso o de la criminalidad. Los especialistas que estudiaron su caso coincidían en que no se le podía poner en libertad porque “es un criminal nato, un asesino que puede hacer mucho daño siempre, mientras viva”. Por su alteración genética carecía de conciencia, de sentido de la culpabilidad, de remordimientos; creía que era normal, incluso cuando asesinaba. Cortocircuitados los sentimientos, lo hacía con la mayor tranquilidad: ni parpadeo, ni aceleración cardiaca, ni gota de sudor.

Describió con la mayor frialdad posible cómo en Roma mató a su patrona porque se había encaprichado de él y, como era demasiado gorda, no podía abrazarla. En París se encaprichó de una joven que pertenecía a una banda de atracadores; como éstos se negaron a admitirlo en el grupo, acribilló a los cuatro con la metralleta de uno de ellos. En la capital francesa, antes de ser expulsado del país por indocumentado, mató a otra chica por chivata, estrangulándola lentamente.
Prosiguió sus correrías por la Costa Azul, asesinando a una dama de unos 40 años que le llevó a su lujoso chalet; ella se empeñó en que durmiera abundante y él, contrariado, le machacó la cabeza con una piedra.

Le robó el dinero y las alhajas. Igual que haría con un hombre que, al verlo dormido en la playa, se ofreció a que lo hiciera en su casa; tras invitarle a cenar, intentó mantener relaciones sexuales con él. Un apretado cable alrededor del cuello del anfitrión puso fin a su “generosidad”. Curiosamente “el estrangulador del Puerto” aportó un dato que ayudó a la INTERPOL a cargarle la autoría del crimen. Recordó que, al mantener contacto íntimo con su víctima, se quedó dentro del recto de ésta el vendaje que le cubría el dedo con el que le penetró. El informe del forense establecía que, efectivamente, al hacerle la autopsia se habían encontrado unas gasas en tal lugar.

Luego de su captura, Manuel pasó recluido en sitios donde se proporcionaba terapia psiquiátrica. Los diversos tratamientos lograron quitarle su actitud de extrema violencia. En esos sitios fue envejeciendo (arriba) hasta que fue liberado, mas murió en poco tiempo por el EPOC que le ocasionó su tabaquismo. 
Durante las dos décadas largas de internamiento fue sometido a tratamientos por diversos expertos. A consecuencia de ello jamás volvió a mostrarse violento con otros enfermos. “En ocasiones ocurre que algún interno se mete con él llamándole estrangulador y, sin violentarse, enseguida me llama y viene a presentar la queja oportuna”. Declaraba uno de los jefes del centro de Carabanchel.

Bajito y de extraordinaria fortaleza. Un sujeto enigmático y agresivo, de mente retorcida, sin escrúpulos, en cuyo diccionario no entraban las palabras perdón, piedad o remordimiento, y que alardeaba de sus hazañas delictivas. Se pasaba el día musitando: “Necesito que alguien se acuerde de mí”.
Con el paso de los años en el psiquiátrico, su aspecto externo tornó, pese a ser un cuarentón, en el de un anciano de cabello oscuro encanecido, ralo y enmarañado, barba hirsuta, rostro ajado y diabólico, ojos azules como el mar, fríos como el hielo y penetrantes como el acero. Pero su actitud cambió. “No he matado a nadie”, susurraba a quien quería escucharle. Como si hubiera olvidado el casi medio centenar de asesinatos de los que alardeaba, describiéndolos con todo detalle en los interrogatorios policiales. Decía que quería curarse, trataba de recuperar la libertad.


Tras el cierre del madrileño psiquiátrico penitenciario de Carabanchel prosiguió su internamiento judicial en el sanatorio alicantino de Foncalen. Con la entrada en vigor del nuevo Código Penal fue puesto en libertad, falleció al poco tiempo debido a su desmedida adicción al tabaco, desarrolló una EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) que acabó con su vida el 2 de febrero de 1998.

El Asesino Fetichista - Jerome Henry Brudos

                                         
 Jerome Henry Brudos nació el 31 de Enero de 1939 en el pueblo de Webster, Dakota del Sur. Fue el segundo hijo de la pareja formada por Henry y Eileen, quienes ya tenían un primer hijo varón llamado Larry. Su llegada no estaba planeada y su madre deseaba una niña, con lo que su venida al mundo fue doblemente repudiada, por lo que desde pequeño Brudos padeció aislamiento y severidad por parte de su madre. Durante la infancia de Brudos, su familia se 
movió a Portland, Oregon.

Cuando Brudos tenía aproximadamente 5 años, sucedió el hecho que marcaría por entero su vida. Jugando por el vecindario cerca de su casa, halló un par de tacones de mujer en un rincón donde estaban apilados botes y bolsas de basura. Cuando la madre descubrió a Jerry usando el par de tacones dentro de su cuarto, su reacción fue de gran sorpresa e irritación. El regaño de la señora hacia el pequeño niño lo dejó profundamente impresionado acerca de la extraña y prohibida naturaleza de los zapatos de tacón de mujer. Desde ese día y tras la destrucción de los mentados tacones, Jerry Brudos desarrolló un enfermizo fetichismo que lo acompañaría el resto de su vida.
Más tarde le ocurrió a Brudos un vergonzoso episodio en la escuela, cuando en el primer año de primaria un compañero lo delata porque estaba a punto de robar uno de los pares de zapatos de tacón que la maestra tenía guardados en el salón. Brudos es regañado en frente de todos y abandona la clase. En los estudios no obtiene muy buenos resultados y no consigue pasar el segundo año de instrucción. Frecuentemente se queja de fuertes jaquecas que le impiden ver con claridad. En cadena sufre una enfermedad tras otra en la garganta. Cuando tiene 12 años, su familia se traslada a un vecindario de Wallace Pond, Oregon, donde varios vecinos tienen hijas adolescentes. Junto con algunos vecinos Jerry adquiere la manía de invadir los cuartos de ellas para jugar con la ropa interior, y claro está, robársela. Junto con los tacones, la ropa interior femenina sería la otra gran pasión fetichista de Brudos.
Un día a Jerry lo descubren con la pornografía perteneciente a su hermano mayor y entonces debe aguantar los fuertes regaños de la madre, que era especialmente susceptible contra todo lo sexual de su hijo, a quien por cierto obliga a lavar a mano sus sabanas ensuciadas durante sus sueños húmedos. La falta de naturalidad y comprensión de parte de su madre con temas delicados como este, no ayudan en nada al desarrollo emocional del joven Jerry Brudos.


De adolescente gustaba robar calzones a chicas del barrio y, a sus 21 años y viviendo en casa de sus padres, se reporta un incidente en el cual Brudos queda impresionado por una chica que ve pasar por la calle, la sigue y decide atacarla para robarle sus zapatos.

A los 16 años Jerry Brudos logra entrar a estudiar un grado en Electrónica en la Universidad Estatal de Oregon. Esto a pesar de ser más bien un estudiante mediocre. A esta edad está obsesionado con los tacones y la ropa interior de mujeres que roba cada vez que hay una oportunidad. Es muy proclive a atacar a las mujeres de su edad, a quienes con engaños las conduce a lugares apartados donde las golpea sin motivo aparente, las fotografía y obliga a desnudarse. Digamos que tenía una gran necesidad por dominar y humillarlas. Sin embargo en una de esas, es descubierto por unas buenas personas que lo denuncian, mientras fingía ayudar a una víctima suya. La Policía lo detiene y en su casa y coche son halladas fotos, equipofotográfico y ropa de mujer, se le detiene bajo los cargos de asalto. Las autoridades deciden enviarlo a un hospital psiquiátrico donde los médicos determinan que padece esquizofrenia y desajustes sexuales motivados por su tránsito en la adolescencia. Por las desviaciones y el fetichismo le es impuesta una terapia de 9 meses. Mientras purga su “condena” hospitalaria, continúa asistiendo a clases en la escuela. Al finalizar el tratamiento, el panel de doctores establece que Jerry Brudos no representa un peligro para la sociedad.
El 9 de Marzo de 1959, Brudos se une a la milicia de su país realizando su entrenamiento en Georgia y siendo estacionado en el fuerte Ord en California. Ni con la distracción de sus actividades ni con la disciplina impuesta por la Armada, Brudos abandona sus extrañas fantasías, como una de ellas, consistente que una mujer coreana lo seducía. Después de hablar con sus superiores, es enviado con el psicólogo de la Armada, el capitán Theodore J. Barry, quien después de analizarlo recomienda la baja, a causa de sus “extrañas obsesiones…” En 1960, a los 21 años y de nuevo viviendo con sus padres, se reporta un incidente en el cual Brudos queda impresionado por una chica que ve pasar por la calle, la sigue y decide atacarla para robarle sus zapatos. Este tipo de lances producían un efecto de corte erótico y de dominación para Brudos. Se entiende que cada vez va refinando sus métodos para acercarse a sus víctimas.

En 1967 su esposa no le permite estar en el parto de su hijo varón; enfurecido, semanas después Henry descargaría su ira violando a una mujer. 
Tras obtener su licencia FCC, Brudos consigue empleo en una estación de FM. Ahí conoce a Darcie Metzler, entonces de 17 años, con quien comienza una relación romántica. Comprensiblemente los padres de la muchacha desaprueban el noviazgo pero en un acto de rebelión ella enfoca toda su atención al extraño electricista. Terminan casándose a mediados de 1962. Tienen su primera hija, llamada Megan, pero al principio del matrimonio se tienen que mover mucho a causa de la inestabilidad laboral de Brudos.

En 1967 finalmente la familia Brudos se establece en Portland, donde Jerry (Henry) ha obtenido un empleo como electricista. Darcie está embarazada de nuevo y el papá está feliz ante la perspectiva de tener un hijo varón. El día del nacimiento de Jason, quiso el destino que Darcie negara a Henry su presencia durante el parto. Este caprichoso rechazo le provocó una gran tristeza y muy pronto regresó al robo de zapatos y calzones. De hecho unas cuantas semanas después Brudos descargó su ira contra una mujer de la ciudad a quien atacó dentro de su casa una vez caída la noche. La desmayó, violó y robó sus pertenencias íntimas.

Para un hombre tan depravado como Brudos, escalar en la gravedad de sus crímenes era cosa de tiempo y tenía que llegar el primero de varios asesinatos atribuidos a su persona.

Despierta la bestia

Henry introdujo a Linda Slawson (arriba) con mentiras a su taller, la golpeó con una palanca, la desvistió, le probó ropa guardada, la fotografió y, antes de matarla, le corto un pie para sus ritos fetichistas. Fue su primer asesinato.
En 1968 la señorita Linda Slawson, de apenas 19 años, trabajaba por comisión para una compañía de libros. 
Vendía enciclopedias de puerta en puerta para ayudarse a pagar la escuela. El 26 de Enero efectuó su último recorrido en un vecindario de Portland para desaparecer. No se supieron muy bien las circunstancias de la desaparición de la chica, hasta que se tuvo a Brudos en custodia. De momento la compañía de libros no tenía registrado el itinerario de visitas de Slawson y la Policía solo pudo hallar el auto de la chica sin poder obtener alguna pista sólida sobre su paradero. Brudos confesó que tan pronto Slawson estuvo en su jardín, planeó meterla a su taller por medio de engaños. La chica lo siguió inocentemente hasta su taller de la casa donde con una palanca la golpeo noqueándola al instante.

Luego procedió a estrangularla y, con toda la calma del mundo, teniendo el cadáver de una mujer en su casa, habló con su familia, diciéndoles que se fueran a comer a un centro comercial, cosa que su esposa e hijos diligentemente hicieron.

Inmediatamente la desvistió y le probó la ropa que tenía guardada. Tomó todas las fotografías que pudo y decidió deshacerse del cuerpo, no sin antes cortarle un pie con una sierra. Dicho pie fue almacenado temporalmente en un congelador para posteriormente usarlo en sus ritos fetichistas. El cuerpo lo tiró atado a un bloque de motor al río Willamette. Estas confesiones fueron motivo de gran irritación por parte de la Policía, que tenía que soportar la arrogancia y el cinismo de Brudos al reconocer los crímenes.

A Jan Whitney , tras colocarle un lazo en los ojos, la estranguló con el mismo. Después de asfixiarla tuvo sexo con el cadáver. Llevó el cuerpo a su taller y tuvo sexo numerosas veces más, fotografiándolo con las ropillas femeninas producto de sus hurtos. Antes de tirar el cadáver, le sacó un seno para hacer un pisapapeles.
El 26 de Noviembre de 1968, la señorita Jan Whitney de 23 años desapareció igual que Slawson, en circunstancias misteriosas. Su automóvil marca Rambler fue hallado abandonado en unacarretera cerca de Albany, Oregon. Ese día iba camino a casa para el festejo del Día de Gracias. La Policía supuso que, tras un fallo mecánico de su coche, tuvo que hacer autostop y alguien habría aprovechado para secuestrarla. En esas épocas y lugares, era habitual que las muchachas hicieran autostop y no era tampoco extraño que los depravados aprovecharan esas abundantes oportunidades para secuestrarlas. Según Brudos, Whitney estaba a un lado de la carretera con su auto descompuesto. A pesar de que estaba acompañada por un par de sujetos de aspecto hippie, no desaprovechó la oportunidad que se presentaba con esta muchacha. De acuerdo a esto, los tipos no podían componer el auto, así que Brudos se ofreció ayudar. Tuvo la paciencia de irlos a dejar a donde iban los señores y luego condujo a la muchacha hasta su casa.

Ahí le dijo que esperara mientras Brudos informaba a su mujer que iba a arreglar el auto de la señorita Whitney. Regresó a ella e increíblemente la muchacha aceptó de buen grado los extraños juegos que Brudos jugaba. Probablemente la muchacha estaba dispuesta a juguetear con un hombre desconocido, sin embargo este no era el indicado. Después de colocarle un lazo en los ojos, la estranguló con el mismo. Después de asfixiarla, tuvo sexo con el cadáver. Llevó el cuerpo a su taller y tuvo sexo numerosas veces más, fotografiándolo con las ropillas femeninas producto de sus hurtos. Finalmente colgó el cadáver en un gancho con unas poleas que había montado en el techo. Cualquiera que hubiera entrado al sitio, habría descubierto las actividades criminales de Brudos, pero éste no hacía gran cosa por ocultarlas. Se dio el caso que un automóvil se estrelló en su propiedad haciendo un hoyo en la pared. Si alguien hubiera echado un vistazo podría haber descubierto algo, sin embargo nadie lo hizo. Ni siquiera el olor a muerto llamó la atención de nadie. Igual que Linda Slawson, Jan Whitney fue a dar al río Willamette junto a una pieza de coche muy pesada. Brudos, antes de deshacerse del cadáver, arrancó un seno al cuerpo con el objetivo de hacer con el un pisapapeles.

A Karen Sprinker (arriba) la violó, la hizo posar con ropa de su colección, la colgó del cuello en su sistema de poleas y la mató, quitándole ambos senos para hacer moldes de pisapapeles.
Tocó turno a Karen Sprinker, muchacha de 19 años, que fue secuestrada por Brudos el día 27 de Marzo de 1969 en un centro comercial al que la víctima había ido para reunirse con su madre. A pesar de que a Brudos no le agradaron los zapatos que la chica calzaba, se decidió por ella tras haber fallado con otra. A punta de pistola la hizo subirse a su carro y la llevó directamente a su casa, donde la violó y la forzó a posar con la ropa interior y zapatos de su colección. La colgó del cuello en su sistema de poleas y la asesinó. El cadáver de Karen sufrió las mismas vejaciones que los dos anteriores. Esta vez fueron cortados los dos senos dado que había fracasado en su anterior intento por hacer un buen molde para el pisapapeles. Para que el cuerpo no ensuciara su carro, le colocó un enorme sostén con algodones y gasas. El día de su secuestro su mamá la esperó por más de una hora. Testigos indicaron que habían visto a una mujer alta muy extraña merodear el estacionamiento de la tienda. Alguien dijo que al ver de cerca a la “mujer” descubrió que se trataba de un sujeto travestido. Todos se giraban a mirar al individuo. Sin embargo este dato no fue relacionado directamente con el secuestro de Karen Sprinker.

Un incidente adjudicado a Brudos después de su detención se dio el 21 de Abril de 1969, protagonizado por la señorita Sharon Wood, quien ese día asistió a un centro comercial para reunirse con su ex esposo para discutir sobre su divorcio. Sin embargo le tocó estacionar su vehículo en un nivel y lugar apartado del sótano. Entonces notó que alguien la observaba, específicamente un extraño sujeto. Instintivamente pensó en acercarse donde se escuchaba el ruido de las personas, pero en ese momento alguien tocó su hombro. Al voltear vio a este hombre con una pistola en mano. El tipo le dijo que guardara silencio, sin embargo su reacción fue, aparte de terror también de furia, y decidió pelear por su vida pues algo le indicaba que este hombre era un homicida. No permitiría ser atacada de esa manera. Después de algo de lucha y forcejeo, consiguió morderle una mano. A pesar de que el sujeto pesaba mucho más que ella, logró conseguir segundos preciosos puesto que el sujeto tuvo que huir ante la cercanía de un automóvil. Sharon Wood informó a la Policía que el sujeto tenía ojos azules y muchas pecas, pero ninguna persona que estuvo cerca del acontecimiento pudo recordar a un hombre con tal descripción.

Pocas horas después una chica de 15 años de Salem, Oregon, reportó a la Policía haber sido tratada de introducir a la fuerza a un carro por un hombre alto y pecoso. Hasta ese momento la Policía no sospechaba que tenía en su territorio a un asesino serial en libertad. Los estudiosos coinciden en señalar que el estado de Oregon nunca había tratado con criminales seriales, por lo que la respuesta de las autoridades era mas bien tibia e inefectiva.

Para atrapar a Linda Salee (arriba), Henry se hizo pasar por policía. A ella la violó, la estranguló y, ya muerta, le insertó cables de corriente en el tórax para hacerla “bailar”…
El 23 de Abril de 1969 desapareció la señorita Linda Salee. Había ido a un centro comercial a comprar un regalo para su novio, pero nada más se supo de ella. Igual que con las otras víctimas, su automóvil fue hallado abandonado y sin señales de que alguien hubiera entrado al vehículo a la fuerza. El novio fue interrogado pero no hubo ninguna razón para considerarlo sospechoso. En esta ocasión Brudos usó la vieja artimaña de fingir ser un policía y, blandiendo una placa, obligó a la chica a hacer lo que él quería. Para manipularla la acusó de robar una tienda. Al parecer la chica no pensó que fuera a ser asesinada pues no hizo nada por escapar cuando Brudos la dejó amarrada mientras se fue a almorzar. De regreso la violó al mismo tiempo que la estrangulaba. Al parecer le insertó cables con corriente en el tórax para hacerla “bailar…” Tales eran las fantasías del depravado asesino, de controlar hasta en la muerte a sus víctimas, conducta observada en otros asesinos como Dahmer y Dennis Nilsen.

Tras la desaparición de Salee, la Policía súbitamente recordó el caso de Linda Slawson, quien desapareció en similares circunstancias, sin dejar rastro alguno. Se dieron cuenta de que todas las desaparecidas eran mujeres blancas, jóvenes y de alguna manera atractivas. También se descubrió un patrón: todas desaparecían después de mediados de mes. Pocas semanas después un hombre que iba de pesca encontró restos humanos atrapados en la corriente del río Long Tom. Al llegar la Policía se dio cuenta que esta era evidencia de un crimen, y lo curioso es que de inmediato comenzaron a recabar evidencias cruciales para el caso. El cadáver estaba atado a un peso con una cuerda de nylon con un nudo muy especial.

Asimismo la presencia de alambre de cobre le indicó a los detectives que el o los asesinos tenían experiencia como electricistas. Por las marcas del cuello, el forense determinó que lo más probable era que la chica muriera por estrangulamiento. Gracias a las impresiones dentales se determinó que la desafortunada víctima era Linda Salee.


Mediante testimonios, los investigadores supieron que Henry andaba llamando a chicas de la Universidad Estatal de Oregon, y usaron a una como carnada para capturarlo…
Ante el macabro hallazgo la Policía comenzó a buscar exhaustivamente por el río y poco tiempo después se encontraron nuevos restos en descomposición. Encontraron iguales nudos y materiales, lo que reforzaba la idea de que era un solo individuo el sospechoso de los crímenes. También la chica hallada estaba atada a un peso. Mediante la ropa que aún conservaba el cadáver fue posible identificarlo como perteneciente a Karen Sprinker. Tras mayores rastreos no fue hallado nada más en las riveras del río. Lo único seguro para la Policía era que estaban buscando a un sujeto muy fuerte. Finalmente alguien en el departamento de policía tuvo una brillante idea: investigar en la universidad local, dada la juventud y naturaleza de las víctimas. Aquella estrategia dio frutos inmediatos.

Los investigadores que interrogaron a las estudiantes de la Universidad Estatal de Oregon se enteraron de la queja de varias señoritas que hablaban de un hombre que les hacía llamadas telefónicas tratando de sonsacarlas. Además, varias personas habían notado la presencia en el campus de un extraño sujeto pelirrojo y ligeramente panzón. Con tan buena suerte, se pudo contactar a una muchacha que en efecto había accedido verse con este sujeto, quien se describió como veterano de Vietnam en busca de compañía. La chica no tenía intenciones de ver de nuevo al sujeto dado su comportamiento fuera de lugar. En la cita este hombre alto y pecoso había querido hablar acerca de las chicas halladas en el río. Además en un raro desplante, quiso saber por que ella no tenía miedo de que él la fuera a estrangular. Sin embargo la Policía confiaba en que el hombre le llamaría de nuevo y le pidió a la estudiante que por favor aceptara otra cita más y así sucedió unos días después. La chica notificó inmediatamente de la hora y el lugar del encuentro a los oficiales.

Una vez puesta la trampa, los oficiales conocieron al sospechoso: un hombre alto, ligeramente regordete, de quien conocieron que se llamaba Jerry Brudos. Carecían de elementos para detenerlo en ese momento así que se conformaron con saber que vivía por el rumbo y que curiosamente se dedicaba a la Electrónica. Tras cinco días de vigilarlo e investigar su pasado, decidieron arrestarlo.

Tras su detención

La misión de incriminar a Jerry Brudos no era sencilla, sin embargo la dificultad se disipó cuando se estableció la cercanía en tiempo y lugar entre Brudos y cada una de las 4 víctimas conocidas. En su taller casero se hallaba mucha cuerda de nylon como la usada para atar los cuerpos de las víctimas. Su apariencia no denotaba tanta fortaleza para movilizar cuerpos, pero esa impresión podía ser engañosa. No había suficiente evidencia ni motivo aún para obtener una orden de cateo girada por un juez. De lo que no se pudo librar fue de la identificación positiva en su contra de una adolescente quien aseguró haber sido molestada por Brudos hacía unas semanas. Aquello fue suficiente para detenerlo justo cuando intentaba moverse junto a su esposa.

jueves, 17 de octubre de 2013

La Condesa Sangrienta - Erzsébet Bathory


Este personaje resulta verdaderamente interesante para la historia del crimen en serie, partiendo del hecho que sea una de las pocas mujeres que haya asesinado de una manera tan cruel a cerca de 650 jóvenes, incluyendo niñas…Todo ello para conservar su juventud, bañándose en la sangre de sus víctimas

La Condesa Sangrienta

                                    




Una de las representaciones oficiales de Elizabeth Báthory, cuyo número de víctimas fue aproximadamente 650…

El caso de este personaje resulta verdaderamente interesante para la historia del crimen en serie, partiendo en un principio del hecho que sea una de las pocas mujeres que haya asesinado de una manera tan cruel… a cerca de 650 doncellas.
Además de una perversión sádica y sexual, la Condesa Elizabeth Báthory sentía especial atracción por la sangre, y no sólo se contentaba de beberla, como es habitual en los llamados asesinos vampíricos, sino que se bañaba en ella con el fin de impedir que su piel envejeciese al paso de los años.

Nace en 1560 en el seno de una de las más ricas familias húngaras. Si bien pertenecía a la más ilustre y distinguida aristocracia, siendo su primo Primer Ministro de Hungría, y su tío Rey de Polonia, también existen antecedentes esotéricos entre los miembros de su familia, como pueden ser un tío adorador de Satán y otros familiares adeptos a la magia negra o la alquimia, entre los que se puede contar a la propia Báthory, ya que desde su infancia había sido influida por las enseñanzas de una nodriza que se dedicaba a las prácticas brujeriles.
Cuando sólo contaba con 15 años se casa con un noble, el conde Nadasdy, gran guerrero conocido como “El Héroe Negro”, y se van a vivir en un solitario castillo en los Cárpatos.

El conde no tarda en ser reclamado en una batalla, por lo que se ve obligado a dejar sola a Elizabeth por un tiempo. Al cabo de muchos momentos en espera de su marido, ésta se aburre por el continuo aislamiento al que estaba sometida, y se fuga para mantener una relación con un joven noble al que las gentes del lugar denominaban “el vampiro” por su extraño aspecto. En breve regresa de nuevo al castillo y empieza a mantener relaciones lésbicas con dos de sus doncellas.


                                   

Bathory se había rodeado de brujos, hechiceros y alquimistas. Su nodriza, basándose en magia negra, le dijo que bañarse en sangre de doncella la mantendría joven y bella: Bathory siguió su concejo, mucho más allá de la cuenta…
Desde ese momento, y para distraerse de las largas ausencias de su marido, comienza a interesarse sobremanera por el esoterismo, rodeándose de una siniestra corte de brujos, hechiceros y alquimistas.

A medida que pasaban los años, la belleza que la caracterizaba se iba degradando, y preocupada por su aspecto físico pide consejo a la vieja nodriza. Ésta, le indica que el poder de la sangre y los sacrificios humanos daban muy buenos resultados en los hechizos de magia negra, y le aconseja que si se bañaba con sangre de doncella, podría conservar su belleza indefinidamente…

En esa época, la Condesa tubo su primer hijo, al que siguieron tres más, y si bien su papel maternal le absorbía la mayor parte del tiempo, en el fondo de su mente seguían resonando las palabras tentadoras de la nodriza: “belleza eterna”. Al principio intentó alejarlas de sí, posiblemente no por falta de deseo o valor, sino por temor a las consecuencias de cara a la aristocracia, pero años más tarde cuando su marido fallece no tarda en probar los placeres sugeridos por la bruja.

Al poco tiempo moriría su primera víctima: una joven sirvienta estaba peinando a la Condesa, cuando accidentalmente le dio un tirón. Ésta, en un ataque de ira le propinó tal bofetada que la sangre de la doncella salpicó su mano. Al mirar la mano manchada de sangre, creyó ver que parecía más suave y blanca que el resto de la piel, llegando a la conclusión que su vieja nodriza estaba en lo cierto y que la sangre rejuvenecía los tejidos. Con la certeza de que podría recuperar la belleza de su juventud y conservarla a pesar de sus casi cuarenta años, mandó que cortasen las venas de la aterrorizada sirvienta y que metiesen su sangre en una bañera para que pudiera bañarse en ella.

                           


Bathory recorría con su carroza los Cárpatos en busca de doncellas que, una vez en el castillo, eran encadenadas y acuchilladas por un verdugo, un sirviente o ella misma, mientras las víctimas se desangraban y llenaban su bañera…

A partir de ese momento, los baños de sangre serían su gran obsesión, hasta el punto de recorrer los Cárpatos en carruaje acompañada por sus doncellas en busca de jóvenes hembras a quienes engañaban prometiéndoles un empleo como sirvientas en el castillo. Si la mentira no resultaba, se procedía al secuestro drogándolas o azotándolas hasta que eran sometidas a la fuerza. Una vez en el castillo, las víctimas eran encadenadas y acuchilladas en los fríos sótanos bien por un verdugo, un sirviente o por la propia Condesa, mientras las víctimas se desangraban y llenaban su bañera.

Una vez dentro de la pila, hacía que derramasen la sangre por todo su cuerpo, y al cabo de unos minutos, para que el tacto áspero de las toallas no frenase el poder de rejuvenecimiento de la sangre, ordenaba que un grupo de sirvientas elegidas por ella misma lamiesen su piel. Si estas mostraban repugnancia o recelo, las mandaba torturar hasta la muerte. Si por el contrario reaccionaban de forma favorable, la Condesa las recompensaba.


                                  

A veces, las víctimas más sanas y bellas eran encerradas por años para irles extrayendo pequeñas cantidades de sangre mediante incisiones, a fin de que Elizabeth pudiera bebérsela y conservar su belleza (retratada arriba por un fan).
En algunas ocasiones, las víctimas que le parecían más sanas de mejor aspecto eran encerradas durante años en los sótanos para ir extrayendo pequeñas cantidades de sangre mediante incisiones afín que la dueña del castillo pudiera bebérsela.
Por otro lado, las calaveras y los huesos eran también aprovechados por los hechiceros del castillo, convencidos que sólo un sacrificio humano podía dar buenos resultados para realizar sus experimentos alquímicos.

Durante once años, los campesinos aterrados veían el carruaje negro con el emblema de la Condesa Báthory rastrear el pueblo en busca de jóvenes, que desaparecían misteriosamente dentro del castillo y que nunca volvían a salir.

Los cuerpos sin vida eran sepultados en las inmediaciones del castillo, hasta que finalmente, sea por pereza o descuido, tan sólo los arrojaban al campo para que las alimañas acabasen con ellos.

Algunos aldeanos no las tenían todas consigo por los gritos estremecedores que se oían salir del lugar, y se empezaron a extender rumores por todo el pueblo de que algo raro sucedía en el castillo.

Finalmente estos pueblerinos empiezan a rondar por las inmediaciones, en dónde se encuentran con los restos de más de una docena de cuerpos sin vida. Éstos armaron una revuelta insistiendo que el castillo estaba maldito y era además una residencia de vampiros, quejándose ante el propio soberano.

Atacar a una familia de poder en esa época era algo verdaderamente difícil, y sobre todo si como en este caso, el acusado además de ser una persona distinguida entre la nobleza tenía amigos igual de poderosos por todas partes. Por ese motivo, el emperador comienza por no prestar atención a las quejas de su pueblo, pero finalmente envía una tropa de soldados que irrumpen en el castillo en 1610.


                                    


En base a las ruinas que quedaron, los expertos piensan que así (imagen superior) lucía el castillo de la perversa condesa

Al entrar, los soldados encuentran en el gran salón del castillo un cuerpo pálido y desangrado de mujer en el suelo, otro aún con vida pero terriblemente torturada, que había sido pinchada con un objeto para extraerle la sangre, y una última ya muerta tras ser salvajemente azotada, desangrada y parcialmente quemada. En los alrededores del castillo, desentierran además otros cincuenta cadáveres.

En los calabozos, se encuentran a gran cantidad de niñas, jóvenes y mujeres aún en vida a pesar que algunos de ellos tenían señales de haber sido sangrados en numerosas ocasiones. Una vez éstos liberados, sorprenden a la Condesa y a algunos de sus brujos en una de las habitaciones del castillo en medio de uno de estos sangrientos rituales. Rápidamente son detenidos y conducidos a la prisión más cercana.

Los crímenes sádicos de Báthory habían durado aproximadamente diez años.
En el juicio, sobraban pruebas para condenar a Elizabeth Báthory culpable de los múltiples crímenes cometidos, pues no sólo se habían encontrado ochenta cadáveres sino que los guardias estaban de testigos para declarar que la habían visto matar con sus propios ojos.

Ésta confesaría haber asesinado junto con sus hechiceros y verdugos, a más de 600 jóvenes y haberse bañado en “ese fluido cálido y viscoso” afín de conservar su “hermosura y lozanía”.

Le seducía el olor de la muerte, la tortura y las orgías lesbianas. Decía que todo lo mencionado poseía un “siniestro perfume”. Sus cómplices fueron condenados culpables, unos decapitados y otros quemados en la hoguera.

Bathory fue condenada a morir emparedada en su cuarto, donde solo quedaría una ranura para alimentarla. Vivió cuatro años así, hasta que dejó de comer y murió a los 54 años sin emitir palabra alguna desde que la encerraron…

Báthory, aún contando con el privilegio de pertenecer a la nobleza y ser amiga personal del rey Húngaro, fue condenada por éste mismo a una muerte lenta: la emparedaron en el dormitorio de su castillo, dejándole una pequeña ranura por la cual le daban algunos desperdicios como comida y un poco de agua. Murió a los cuatro años de permanecer en esa tumba, sin intentar comunicarse con nadie ni pronunciar la mínima palabra. Fue una especie de suicidio, de repente dejó de tocar alimento alguno y falleció en 1614 cuando contaba con 54 años.


Resulta curioso señalar un paralelismo entre esta mujer y otro vampiro histórico muy conocido: Gilles de Rais, pues aunque éste cometió sus crímenes dos siglos antes, procedían de manera muy similar: ambos pertenecían a la alta nobleza. Él era homosexual y ella lesbiana (de ahí que sus víctimas fuesen principalmente mujeres), y lo más sorprendente e inquietante es que tanto los sirvientes de uno como de otro participaban en los macabros baños de sangre.

La Bestia de los Manglares - Daniel Camargo


Daniel Camargo conocido como la Bestia de los Manglares era un pequeño hombrecillo, delgado y cincuentón que tras su frágil aspecto escondía un cruel violador y asesino de niñas y mujeres. Tras ser detenido confesó 71 crímenes…
Entre diciembre de 1984 y febrero de 1986 una ola de terror sacudió Ecuador. Los cadáveres, desnudos y usualmente desmembrados a machetazos, aparecían en lugares solitarios, apartados y boscosos. Según las investigaciones, todas las víctimas eran chicas jóvenes, muchas de ellas vírgenes y algunas tenían tan sólo ocho o nueve años.

Nadie imaginó que detrás de semejantes atrocidades se escondía Daniel Camargo Barbosa, un hombrecillo cincuentón, flaco y de piel morena, un psicópata misógino obsesionado con la virginidad, un individuo que, con apenas 1,65 de estatura, había conseguido violar y estrangular a 71 víctimas en el tiempo que estuvo en Ecuador y, según se presume, a unas 150 en la totalidad de su trayectoria criminal… Sus víctimas, por aparecer en su mayoría en las vías Perimetral y Nobol (dos lugares rodeados de manglares), le dieron a este asesino en serie el sobrenombre de “La Bestia de Los Manglares”.


Los orígenes de la bestia

Camargo era un asesino misógino que violaba y descuartizaba a sus víctimas para evitar que le delatasen. A pesar de su baja estatura y poca fuerza consiguió asesinar al menos a 72 niñas y mujeres.

Daniel Camargo Barbosa nació un 22 de enero de 1930 en algún lugar  de los Andes Colombianos (no se conoce con certeza su procedencia exacta). Antes de cumplir un año su madre murió y, posteriormente, su padre se casó con una mujer que tenía problemas de fertilidad y un obsesivo e insatisfecho deseo de tener una hija, deseo que, al no poder cumplirse, le ocasionó trastornos mentales y un comportamiento anómalo del cual el pequeño Camargo fue víctima. Así, su madre lo vestía de mujer frecuentemente, lo obligaba a ir de esa forma al colegio (donde todos se burlaban de él) y a veces lo castigaba atrozmente clavándole alfileres. Su padre no fue de manera alguna un refugio para Camargo: era alcohólico, violento y nada afectuoso, su mayor y casi único interés era el dinero y, como figura paterna, era muy distante, despótico y severo. Las pocas veces que trataba con su hijo solía ser para propinarle brutales palizas ayudado por el tío del niño…

Con respecto a la conducta de su madre y el daño que le ocasionó, años después Camargo nos diría lo siguiente: “A mi madrastra no le gustan los niños, pero le encantan las niñas. La prueba es que ella consentía hasta el extremo a mi hermana. Ella tiene que haber sufrido algún trauma en su niñez, que hizo que no le gustaran los niños. Cuando ella me ponía vestidos de mujer, pienso yo que lo que estaba tratando era convertirme en una mujer. Puede ser que no me odiara, puede ser que me amara, pero no me podía amar como un niño”En gran parte por ello, Camargo llegó a acumular el inmenso cúmulo de odio, resentimiento y misoginia (odio a las mujeres) que posteriormente le transformarían en un despiadado criminal.

Pese a todo, Camargo consiguió ser un estudiante destacado en el colegio León XIII de Bogotá, aunque posteriormente tuvo que dejar sus estudios y dedicar sus esfuerzos a ayudar económicamente a su familia; lo cual, según declaraciones de él mismo, habría contribuido a aumentar su amargura y resentimiento.

Ya de adulto, Camargo conoció a una mujer llamada Alcira con la que tuvo dos hijos, a la cual terminó abandonando cuando conoció a Esperanza, una chica de 28 años con la cual  se había hecho muchas ilusiones llegando incluso a desear casarse con ella; esto sería el detonante del lado criminal de Camargo, no sólo porque Esperanza no era virgen sino que, además, sin que hubiera pasado mucho tiempo en su relación la descubrió en la cama con otro hombre.


Frustrado, dolido y decepcionado de las mujeres en general, Camargo no hizo lo que alguien normal habría hecho sino que, en vez de cortar definitivamente su vínculo con Esperanza, él astutamente la convenció, utilizando la culpabilidad que ella sentía por decepcionarlo, para que ésta le ayudase en su vil plan de conseguir chicas jóvenes e “inmaculadas”. Sobre eso, en declaraciones posteriores a su detención, Camargo se justificó diciendo que fue: “Por no encontrar virgen a mi prometida, con la que me iba a casar. Yo no fui capaz de dejarla, porque estaba locamente enamorado. Había momentos en que yo decía ‘Sí, yo la dejo’, pero otros no era capaz, porque realmente estaba enamorado. Esto dio por resultado que, como yo no había tenido experiencias con mujeres vírgenes, y al mismo tiempo era incapaz de dejar a, esa muchacha…, yo acepté como lo más correcto que ella me ayudara a conseguir unas chicas que estuvieran vírgenes”.

Así Esperanza, a través de engaños, llevaba chicas al apartamento de Camargo, dándoles allí cápsulas de seconal sódico para que se durmieran y Camargo pudiese desflorarlas.

Cinco fueron las violaciones (sin muerte todavía) que Camargo logró con el seconal sódico y la ayuda de Esperanza hasta que la quinta víctima, que era apenas una niña, descubrió que había sido violada mientras dormía en el departamento de Camargo e, indignada y asustada, contó lo sucedido y Camargo y su novia fueron denunciados y enviados a distintas prisiones en 1964.

Todo parecía indicar que Camargo sería sentenciado a sólo tres años, aunque después la causa subió en grado y el nuevo juez, más severo que el anterior, le condenó a ocho años tras las rejas, lo cual destruyó el propósito inicial de Camargo de regenerarse (había jurado regenerarse) y le llenó de rabia y odio hacia la sociedad y su justicia, desencadenando así una profunda y hostil rebeldía interior que junto al hecho de que su quinta víctima hubiese hablado, sería la causante de que Camargo decidiera en la cárcel que en el futuro no dejaría con vida a una sola de sus víctimas, esta era la única forma de evitar que le delataran.

Nace el asesino


Tras ser liberado, Camargo se dedicó a trabajar como vendedor ambulante de pantallas de televisión. Un día, mientras pasaba frente a una escuela, Camargo vio una jovencita de nueve años cuyo aspecto le volvió loco, le “enamoró”. Decidido a hacerla suya, la llevó con engaños a una zona poco transitada en donde le arrebató la virginidad sin tener piedad de sus lágrimas y, no contento con eso, la estranguló para evitar ser delatado y luego, sin enterrarla, la dejó junto a las pantallas de televisión que llevaba. Fue su primera violación con muerte.

El error de abandonar las pantallas, tras el miedo inicial y huída por su primer asesinato, le costaría caro; ya que, cuando al día siguiente (3 de mayo de 1974) regresó para ver los televisores que dejó y enterrar al cadáver, un agente de la policía sospechando de su comportamiento decidió seguirle e interrogarle, descubriendo finalmente el lugar donde había abandonado el cadáver de la niña. Gracias a la acción policial Camargo fue detenido en Barranquilla ese día.

Ésta vez la justicia colombiana no sería suave con Camargo. El castigo debía ser ejemplar. En efecto, se lo condenó a permanecer 25 años en la prisión de la isla Gorgona, una especie de versión colombiana de Alcatraz de la cual, hasta la fecha, ningún criminal había escapado. Díez años estuvo Camargo en esa isla volcánica de 28 kilómetros cuadrados situada en el Pacífico de Colombia, diez años en los que se entretuvo leyendo a autores del calibre de Nietzche, Freud o Dostoievsky, diez años en que también, preparándose para el gran día, leyó libros de navegación y estudió con detalle las variaciones de las corrientes en torno a la isla.


Cárcel de Gorgona, una pequeña isla/prisión de la que Camargo escapó remando durante tres días sobre una pequeña barca. Sin comida ni agua.
Cuenta al respecto Juan Antonio Cebrián, en su obra Pasajes del terror: Psicokillers, asesinos sin alma, lo siguiente: ‹‹En ese aislado paraje estuvo encerrado diez años, pues lo cierto es que la isla por inhóspita apenas tenía vigilancia y los presos deambulaban a sus anchas por la pequeña extensión insular. La tarde del 23 de noviembre de 1984 Camargo, en uno de sus paseos, descubrió una pequeña barca abandonada, y no se lo pensó dos veces; empezó a remar con la desesperación del superviviente. Sin alimentos ni agua remó sin descanso durante tres días hasta que divisó las costas continentales. Milagrosamente se había salvado aunque su aspecto y situación anímica daban a entender que sus días estaban contados. Pero Daniel Camargo era inteligente y tenía capacidad para generar recursos que le permitieran seguir adelante.

Al enterarse de su fuga y desaparición, las autoridades colombianas —firmemente convencidas de que su Gorgona era una prisión de máxima seguridad en que las corrientes y los tiburones hacían las veces de un sistema de guardia secundario— le dieron por muerto y la Prensa se aventuró a publicar que el “monstruo” había sido devorado por los tiburones. Lo habían subestimado y el tiempo se los demostraría.

Fue así que, aprovechando el hecho de que se lo creía muerto, Camargo cruzó a Brasil y, como cuenta Francisco Febres Cordero (periodista ecuatoriano que lo entrevistó): “recorriendo el continente vino a dar por acá, llegó a Quito, durmió una noche en los portales de Santo Domingo y a la mañana siguiente preguntó: “¿No hay un sitio más caliente en este país?, aquí me voy a morir de frío”. Así llegó en bus a Guayaquil, el 5 ó 6 de diciembre de 1984. Y allí comenzó su dantesca, horripilante historia…”

Las atroces cifras que le llevaron a la fama


Restos de algunas de las víctimas de Camargo en Ecuador…Verdaderas fosas comunes se hallaron con los restos de las vírgenes que asesinó…
La ola de terror que sacudió a Ecuador inició un 18 de diciembre de 1984 con la desaparición de una niña de nueve años en la ciudad de Quevedo, al día siguiente continuó con la desaparición de otra niña (de diez años) y luego vino desaparición tras desaparición…

Poco a poco los cadáveres de las jóvenes vírgenes fueron apareciendo con huellas de machetazos, cuchilladas, estrangulaciones y signos de violación. Aparecían desnudas, en parajes llenos de vegetación, generalmente en la vía Perimetral, en la vía Nobol y en la Avenida de Los Granados. Los forenses no podían determinar con exactitud la causa de la muerte y además se sabía que, por la zona de la provincia del Guayas en que operaba Camargo, había una banda de sádicos violadores, de modo que también resultaba difícil la labor policial para determinar al autor.

Sólo después de ser arrestado se supo que los asesinatos con violación sumaban un total de 71, y que los lugares habían abarcado Guayaquil, Quito, Ambato, Machala, Nobol, Quevedo y Ventanas y, sobre todo, que su autor había sido un enclenque cincuentón de apenas 1,65 de estatura. Sus víctimas, normalmente fueron campesinas, colegialas, escolares, universitarias, empleadas domésticas, incluso una de ellas era un experta en karate, eso tampoco la sirvió para defenderse del asesino…

Su modus operanti 


Camargo, en un interrogatorio tras ser detenido (imagen superior) confesó: “mataba sin dejar huellas. Siempre llevaba una camisa de más, y cuando las manos se me manchaban de sangre, las limpiaba orinando sobre ellas”
En Guayaquil, Camargo sobrevivía como un indigente que cargaba bultos en un mercado público, ganando apenas un sueldo de 40 sucres diarios (algo menos de un dólar) con esto se mantenía a base de seco de chivo (una comida típica muy económica) y cola. Además tras cada asesinato vendía bolígrafos, ropa, joyas y otros objetos de sus víctimas. Aún así su situación económica era tan precaria que debía dormir en el banco de algún parque.

Siendo feo, viejo y pobre como era, Camargo no seducía a sus víctimas sino que hábilmente utilizaba su fealdad y vejez a favor de un sutil método de engaño y persuasión. Él, que casi siempre seleccionaba niñas, púberes y jovencitas de estratos sociales bajos, se acercaba con la Biblia en la mano y les decía que era extranjero, que estaba buscando al pastor George Winchester, a su fábrica e  iglesia, que debía entregarle una fuerte suma de dinero a dicho pastor y que les daría una buena cantidad de dinero si le acompañaban y le mostraban el camino. Incluso, a las que no eran niñas las engañaba diciéndoles que les podía conseguir un buen empleo en la fábrica del pastor, la cual siempre quedaba a las afueras de la ciudad… Así y aprovechando su vejez y aspecto para que nadie (incluyendo las chicas) sospeche de él, Camargo tomaba un bus con la chica y, una vez que el bus se adentraba por parajes solitarios, él les decía que por allí había que bajar.
Llegaba luego el momento crucial, para lo cual él siempre hacía que la chica caminase atrás de él y a una distancia prudencial, de modo que así ella se sintiese confiada. Entonces era cuando él, con la excusa de buscar un atajo, decía que debían adentrarse en el paraje: si la chica se rehusaba, él la dejaba ir y ella se salvaba; si la chica lo seguía, él la llevaría al lugar propicio para violarla y matarla impunemente.

Una vez adentrados en el paraje solitario (en los casos en que le seguían), él se giraba con una mano detrás a modo de quien sostiene un revólver, le decía a la chica que el pastor no existía y que él la había llevado allí para “hacer el amor” y, tras insinuarle que si no cedía usaría el revólver (lo que tenía era un cuchillo), la sometía y la violaba. “Yo optaba por la persuasión antes que por la amenaza”, dijo alguna vez Camargo con respecto a su método…

Como consideraba que la violación con muerte era un acto irrepetible y único, Camargo se esforzaba por retener todos los detalles sobre sus víctimas, memorizando siempre sus nombres y, cuando era posible tomaba objetos de su víctima para preservar un “recuerdo”, aunque muchas veces acababa vendiéndolos para sobrevivir.

Finalmente, Camargo solía darle machetazos a los cuerpos, arrancarles los órganos a veces…Todo con el fin de despistar a la Policía, de dejar la menor cantidad posible de huellas. Dijo por ello lo siguiente de sí mismo: ‹‹mataba sin dejar huellas. Siempre llevaba una camisa de más, y cuando las manos se me manchaban de sangre, las limpiaba orinando sobre ellas.

El perfil de un monstruo

Físicamente era flaco, trigueño, pequeño (1,65), con poco pelo y la frente amplia, curva y despejada. Tenía las manos grandes, vestía bien y andaba pulcro dentro de sus limitadas posibilidades. Frecuentemente un cigarrillo adornaba su boca acrecentando esa imagen de frialdad, dureza y sequedad que su rostro y mirada traslucían.
Le gustaba un tanto el deporte. De joven jugaba fútbol y baloncesto y, cuando estuvo en la prisión de la Gorgona, aprendió a bucear y a jugar ping-pong.



Francisco Febres Cordero, periodista que entrevistó varias veces a Camargo.
Era inteligente y culto. Las pruebas de los interrogatorios mostraron que tenía un coeficiente intelectual de 116 (el promedio es 100) y la cultura que poseía era casi imposible de encontrar en alguien que dormía en parques y cargaba bultos en el mercado. El periodista Francisco Febres Cordero (F.F.C) llegó a decir de él lo siguiente: “como todo psicópata, brillante. Tenía una respuesta para todo y podía hablar, con igual soltura, de Dios y del Diablo. Buen lector (su formación literaria parece que la adquirió en la isla prisión Gorgona), citaba a Hesse, Vargas Llosa, García Márquez, Guimaraes Rosa, Nietzche, Sthendal o Freud. Cuando lo capturaron, encontraron en el maletín de mano que portaba, junto con una prenda íntima de la última niña a quien acababa de matar y violar, “Crimen y castigo”, de Dostoievky. Además, pintaba, aunque sus cuadros tenían tonos oscuros”
Sexualmente era un trastornado marcado por una machista obsesión por la virginidad y la idea de pureza. Por eso detestaba a las prostitutas y despreciaba a las mujeres (no vírgenes) en general. Cuenta F.F.C. que Camargo nunca buscó saciar sus impulsos en prostitutas ya que: “las odiaba. Le causaban asco. Tenía pavor de las enfermedades venéreas y sus estragos. Él quería mujeres puras, vírgenes. Eso explica porque violó y mató también niñas”. También era un gran sádico, siendo así que, según confesó, él buscaba vírgenes en gran parte “porque ellas lloran”, lo cual a Camargo le proporcionaba un enorme placer a la hora del acto carnal.

En lo que respecta a la atracción que le hacía seleccionar a sus víctimas, Camargo era algo complejo ya que además de guiarse por la posible pureza de estas (elegía las que creía vírgenes), obedecía a una cierta atracción emocional, a una atracción orientada a aspectos internos de la víctima que él, al no poder comprender con claridad, situaba vagamente como un “algo” capaz de reflejarse en la mirada y otros aspectos, dice así F.F.C. lo siguiente ante la pregunta de qué veía Camargo en las mujeres antes de violaras:
Algo, que él mismo no sabía explicar bien. A veces era su forma de mirar, su manera al andar, su pelo. Un “algo” indefinible que le obligaba a pensar: “Tengo que hacerla mía”. Él explicaba eso como un “demonio” que tenía dentro de su cerebro”




En una ocasión la Policía le preguntó por qué había arrancado los pulmones, riñones y corazón de una muchacha, a lo que él respondió fríamente: “Eso es mentira. Como mucho le saqué el corazón porque es el órgano del amor”
Emocional y psíquicamente, Camargo era un ser marcado por la rabia, el odio y el rencor, patrones estos que en la dinámica psicológica de su conciencia moral actuaban en conjunción con una baja responsabilidad moral, con una tendencia extrapunitiva según la cual él tendía a ver en los otros la responsabilidad total o parcial de sus conductas. Muestra de esas actitudes son las siguientes palabras de Camargo. El primer caso es cuando reconoce su odio y dice del odio que: “aquí está y lo estoy combatiendo, pero solito no se puede. Se necesita la ayuda de los profesionales para combatirlo, el esfuerzo del paciente y la acción consciente y científica del profesional”; admitiendo luego que la sociedad tiene derecho a defenderse en su caso, pero que: “eso no justifica que (la sociedad) haga caso omiso de esos casos y diga: ‘Como lo hizo, es culpable, y que se le condene a 16 años y listo’.” El segundo, cuando en medio de los interrogatorios y asombrado ante la repercusión mediática de sus crímenes, Camargo se justifica diciendo: “Estaba vengándome de muchos años de humillación”.

Camargo era también un gran cínico y sinvergüenza que, a través de una cierta arrogancia, manifestaba el aborrecible cinismo con que de cierta manera se vanagloriaba de la oscura fama que sus crímenes le habían dado, dice por eso F.F.C.: “Durante muchos días Marco y yo intentamos hablar con Camargo. Latarea parecía imposible no solo por el cerco policial que le rodeaba sino, además, porque él exigía una fuerte suma de dinero por hablar, pago que nos repugnaba”. O también, para comprender lo descarado que era Camargo, podemos ver estas palabras de Del Castillo, quien durante un tiempo fue psicólogo del asesino: “Era un sinvergüenza. No tuvo reparos en contarme cómo realizó sus crímenes y el lugar en donde enterró a sus víctimas. Camargo era una persona antisocial, que se jactaba de las fechorías que hacía. Era renuente a todo cambio”. A Del Castillo, igual que a F.F.C., Camargo intentó cobrarle. Así, un día llegó con actitud jactanciosa al despacho del psicólogo y le pidió 250.000 sucres para continuar con las consultas: como Del Castillo se negó, Camargo nunca volvió… Finalmente, podemos ver cómo el cinismo de Camargo se conjuga con el sarcasmo en este fragmento de Pasajes del terror: Psicokillers, asesinos sin alma‹‹En una ocasión la Policía le preguntó por qué había arrancado los pulmones, riñones y corazón de una muchacha, a lo que él respondió fríamente: “Eso es mentira. Como mucho le saqué el corazón porque es el órgano del amor”››

Detención, arresto y muerte




Penal García Moreno, donde el asesino fue encarcelado y brutalmente asesinado por un recluso que era familiar de una víctima 
Un 26 de febrero de 1986, minutos después de violar y asesinar a Elizabeth Telpes de 9 años de edad, una patrulla de la Interpol lo vio mostrando un comportamiento sospechoso a la altura de la avenida de Los Granados, una calle de Quito. Cuando los dos policías se bajaron para examinar al sospechoso, lo que hallaron los dejó sorprendidos: allí, en la bolsa de pertenencias de Camargo, estaban las ropas ensangrentadas de quien evidentemente había sido una pequeña e inocente niña…

Inmediatamente lo detuvieron. Posteriormente María Alexandra Vélez, una chica guayaquileña que se salvó del violador, identificó a Camargo cuando fue llamada a testificar. Aunque no sería complicado condenar a Camargo ya que él mismo se declaró culpable sin cómplices un 31 de mayo de 1986, admitiendo 71 asesinatos y violaciones y mostrando con espantosa frialdad a la Policía los sitios en que dejó los cadáveres de sus víctimas.

Después de su detención fue inmediatamente llevado a la cárcel de Guayaquil hasta que en 1989 fue trasladado al Penal García Moreno de Quito para cumplir la máxima pena que existía y aún existe en Ecuador: 16 años, un castigo insignificante para la escalofriante trayectoria criminal de Daniel Camargo Barbosa.

Desde el principio de su encarcelamiento en la cárcel de Guayaquil Camargo tuvo que ser especialmente vigilado para evitar que los otros presos le asesinaran. Finalmente Camargo fue trasladado al Penal García Moreno, donde los primeros días compartió celda con Pedro Alonso López alias “El Monstruo de Los Andes”, otro psicópata colombiano del cual se dice que cometió más de 300 asesinatos. No obstante La Bestia de Los Manglares no duraría muchos años más encarcelado pues el 13 de Noviembre de 1994 moriría asesinado por el recluso Luis Masache Narváez de 29 años (familiar de una víctima de Camargo).

Cuentan que era un tranquilo domingo de visita cuando, estando Camargo sentado en su celda, Luis Masache entró súbita e inesperadamente, lo agarró con violencia del pelo haciéndolo arrodillarse, lo miró y le dijo: “llegó la hora de la venganza”. Acto seguido le dio ocho puñaladas. Ya muerto el violador de vírgenes, Narváez bebió cuanto pudo de su sangre (antes de que lo detuvieran) inspirado en la creencia de que así el espíritu maldito de la víctima no lo seguiría. Ese fue el fin de Daniel Camargo Barbosa, cuyos huesos yacen en la fosa 798 del cementerio El Batan.